miércoles, 20 de marzo de 2013

El Efecto Mariposa y The Joker: Reflexiones sobre la Teoría del Caos.


(Basado principalmente en la información obtenida en la página “Stanford Encyclopedia of Phylosophy”, y en las películas “El efecto mariposa” y “Batman: El caballero de la noche”).


Han pasado muchos años desde que la humanidad decidió enfrentarse a Dios para encontrar el sentido de la vida y el significado del universo por sí misma, a través de la razón. Sin embargo, parece que la meta de la maximización del conocimiento no ha sido tarea fácil; el mundo es difícil de entender. Durante siglos se ha avanzado sin llegar nunca a estar cerca de la culminación en el estudio del mismo, atacando por todos los frentes, y al mismo tiempo: la física, la astronomía y la matemática funcionan de manera conjunta e inseparable en pro del descubrimiento de las respuestas secretas a las preguntas de la filosofía.

Partiendo del principio de causalidad, llevado a la física por los deterministas Heisenberg y Schrödigner (que podría manifestarse como: “toda acción produce un efecto”), la meta es poder entender cómo se produce éste fenómeno en el espacio tiempo y extraer su cadena de causa efecto.

El “sistema matemático” ha sido sinónimo de orden. Sin embargo, para ser instrumento útil a la realidad, los números han tenido que hacerse maleables, tomando las formas complejas de la realidad. No existe aún el teorema que pueda comprender en su totalidad, en su intrincado ser, el conjunto de elementos que nuestros sentidos perciben al mismo tiempo en un segundo. El físico Bishop, ha denominado “espacio estado” al sistema en el cual se desarrolla su teoría.

El espacio estado es un conjunto abstracto e infinito de puntos matemáticos, en el que cada uno de ellos es un posible estado del sistema a evaluar; para ello se seleccionan las variables cruciales, es decir, aquellas que determinan su movimiento para poder entender la mecánica de dicho sistema. Con fines científicos, se asume que dentro de este espacio se mueve toda la materia, cuya unidad más básica hasta hace algunos años era el átomo (del latín atomum, sin división).

Hoy, la física ha partido del postulado del efecto fotoeléctrico de Einstein para desarrollar la teoría cuántica, en la cual el Quantum no sólo es la unidad de la cual está hecho el átomo (un electrón puede tener de 4 a 5 Q), sino que del Quantum también está hecha la energía misma. De éstas partículas está hecho todo, desde la luz o el aire, hasta nuestra propia piel. 

No las podemos ver, sólo sabemos que existen. ¿Pero cómo podríamos captar el mecanismo que rige su movimiento, en el grado en que  nos permitiera predecirlo?

La ciencia, ajena a la fe desde hace siglos, ha aceptado la “Faithful Assumption” del citado Bishop, que consiste en un supuesto sin mayor fundamento, por medio del cual se busca captar esta realidad a través de un modelo matemático ideal dentro del “espacio estado”. Con cada descubrimiento, con cada avance se supone que este modelo se irá completando y mejorando. 

La fe es creer en lo que no se puede comprobar, y este modelo no puede ser comprobado: la ciencia necesita de la fe. 





Hasta el momento, podemos tener como bases de los siguientes razonamientos, la existencia del “espacio estado” y el Quantum como unidad mínima de la materia.

La tercera base de esta teoría es el postulado DSCI (dependencia sensible de las condiciones iniciales), el cual establece que las características primigenias de un sistema establecen las pautas de su comportamiento futuro. Ante la más mínima alteración de estas condiciones iniciales, todo el resultado podría ser radicalmente distinto.

La multiplicidad de elementos que componen la realidad, la mayor parte de los cuales se encuentra en constante movimiento, hace que los efectos que produce cualquier tipo de causa resulten indeterminables.

Pero, ¿qué es la teoría del caos? Kellert la presenta como “el estudio cualitativo del comportamiento inestable y aperiódico en sistemas determinísticos, dinámicos, no lineares”. En otras palabras, es el análisis de comportamientos desordenados, sus condiciones iniciales y el progreso de su movimiento.

Es particularmente confusa la aplicación de esta teoría en la práctica. Sin embargo, ésta no se opone al sentido común. La mayoría de eventos que suceden en el mundo y que no tienen carácter tecnológico, no se comportan de manera lineal sino que, por el contrario, tienen comportamientos erráticos, impredecibles.

La mayor parte de los hombres nos intimidamos por el hecho de que nos es casi imposible predecir un movimiento telúrico, un huracán o un tsunami, con suficiente tiempo como para avisar a todos los posibles afectados. Estamos al borde de la muerte constantemente, y a pesar de saberlo, no podemos sino ignorarlo, porque dilucidarlo está por fuera de nuestro alcance.

El llamado “efecto mariposa” constituye un ejemplo maravilloso. Una mariposa emperador aletea en las pampas de la tierra del fuego, en la Patagonia argentina. Tres meses después, un tornado se desata en el estado de Texas, en los Estados Unidos, lo segundo fue causado por lo primero. ¿Cómo explicarse tal cosa?

La película basada en la famosa metáfora, trata de aproximar la Teoría del Caos a la vida cotidiana del hombre común. El personaje que Ashton Kutcher representa en ella, modifica algunos hechos de su pasado, y el resultado es nada menos que una vida diferente. Es escalofriante pensar  cómo la más ligera desviación en nuestro comportamiento pasado hubiese producido grandes cambios no sólo en nuestras realidades, sino también en las de todos los que nos rodean.

Si nos sorprende lo que puede derivarse de la aplicación de la teoría del caos a la vida de una  persona en particular, le pido al lector que imagine lo que implica la confluencia de todos esos cambios entre los miembros de un grupo social; sus colisiones y ausencias claramente determinan  los destinos de sus circundantes, en una cadena constante e interminable. 



Heath Ledger entrega, en la mejor actuación de su vida, la mejor explicación de qué implica la entrada del elemento caos a una sociedad:

"Dos Caras/Harvey Dent:

¡Eran tus hombres, tu plan!

Joker:

¿Acaso me veo como un tipo con un plan? ¿Sabes lo que soy? soy un perro que persigue automóviles. No sabría qué hacer con uno si lo atrapara. Tú sabes, yo solo… hago cosas. La mafia tiene planes, los policías tienen planes, Gordon tiene planes. Tú sabes, ellos son planeadores. Planeadores tratando de controlar sus pequeños mundos. Yo trato de mostrarles a los planeadores cuán patéticos son sus intentos de controlar las cosas en realidad. Entonces, cuando te digo… Ah, ven aquí.

Joker:

Cuando yo te digo que lo tuyo y lo de tu novia no fue nada personal, tú sabes que te estoy diciendo la verdad. Son los planeadores los que te pusieron donde estás. Tú eras un planeador, tú tenías planes, y mira a donde te llevaron.

Joker:

Yo solo hice lo que se hacer mejor. Tomé tu pequeño plan y lo volteé en tu contra. Mira lo que le hice a esta ciudad con unas pocas pipetas de gas, y un par de balas. ¿Hmmm? ¿Sabes… sabes lo que he notado? Nadie entra en pánico cuando las cosas van “de acuerdo con el plan”. ¡Incluso si el plan es horripilante! Si mañana, yo le digo a la prensa algo como que un violador va a ser asesinado, o que un camión lleno de soldados va a ser volado en pedazos, nadie entra en pánico, porque todo es “parte del plan”. Pero cuando yo digo que un pequeño viejo alcalde va a morir, bueno, ¡todos pierden la cabeza!

Joker:

Introduce un poco de anarquía. Altera el orden establecido, y todo se convierte en caos. Yo soy un agente del caos. Oh, ¿y sabes algo sobre el caos? ¡Es justo!"

(Traducción libre).

Queda demostrado en el transcurso de la escena, que el mayor riesgo no es ningún fenómeno natural: el verdadero peligro del caos radica en todos nosotros, en nuestra naturaleza veleidosa, en la masa enardecida, en el desorden que implica romper el contrato social, y abalanzarnos los unos contra los otros.

Al fin y al cabo, nuestros cuerpos, nuestros cerebros y por ende nuestras voluntades también están sujetas al determinismo cuántico; son impredecibles y pueden sufrir graves cambios con la más ligera alteración, que puede no sólo ser física, sino también intelectual y moral. El “aleteo” de un pensamiento puede causar huracanes en las sociedades.



Homo homini lupus. Thomas Hobbes.