viernes, 11 de enero de 2013

La paradoja de las muñecas rusas.



En uno de aquellos momentos epifánicos en los que muy de vez en cuando nos encontramos aquellos hombres que aún contamos con algún sentido del asombro, se revelan verdades que aunque evidentes, no siempre son tenidas en cuenta.

Las mujeres que pasan por la vida dejan siempre alguna huella. La razón por la cual ellas han sido a las cuales has accedido, y no a otras, y el motivo por el cual cada vez parecen más maravillosas en la cama, inteligentes y centradas, amorosas y entregadas, es que dicho progreso por ninguna razón es coincidencial.

Por azaroso que parezca, el camino bien andado va dando sus frutos; saber lo que se quiere en cuanto a mujeres se trata, es uno de muchos.

Al final, si se es inteligente y prudente, se encuentra a esa persona que no es similar, sino exactamente igual a lo que uno se imagina cuando de modo onírico ve el futuro.

Contrario a lo que se cree popularmente, el modo más sencillo es el correcto; perder es cuestión de método.

De eso se trata la vida de un hombre: de abrir una y otra vez muñecas rusas, una tras otra, hasta llegar a la última, la que ya no contiene a ninguna otra. Y así hay que aceptarlo; cada vez que duela, se da media verónica, y se deja pasar a la mujer, para que siga con su vida, en vez de embestir la tuya.

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